La telepatía es la transmisión del pensamiento de una mente a otra sin intervención de los sentidos. Sus manifestaciones más espectaculares, observadas en ciertos individuos especialmente dotados, constituyen un desafío para la ciencia. Por ejemplo, las prodigiosas demostraciones del telépata ruso Wolf G. Messing, quien era capaz de transmitir una sugestión mental hipnótica por telepatía. En una ocasión, Messing abordó el tren que se dirigía de Berlín a Varsovia viajando en primera clase en compañía de unos amigos. Apartándose de ellos en un asiento posterior, permaneció silencioso y concentrado. El tren se puso en marcha y el conductor se le acercó para pedirle su boleto. Messing, impasible, le extendió un pedazo de periódico. El conductor no pareció advertir nada fuera de lo normal, perforó el trozo de papel y se lo devolvió gentilmente. En toda la extensión del viaje este recorte de periódico le sirvió como boleto para disfrutar un sitio en primera clase.
Durante la época estalinista la fama de Messing llegó a los oídos del dictador. Stalin lo hizo llamar con la intención de probarlo. “Intente usted”, le dijo, “llegar hasta mi habitación en mi casa de campo, evitando a todos los soldados de mi guardia”. Messing acetó el reto. Fue hasta la dacha del dictador ruso, se acercó al primer guardia, lo miró fijamente a los ojos y mentalmente le ordenó: “¡Yo soy Beria!, ¡yo soy Beria!”. El guardia se cuadró y le cedió el paso. La escena se repitió hasta la recámara de Stalin quien no salió de su asombro al hallarse en presencia de Messing. Pero no era la época en que se podía hablar de la telepatía sin temor. Leonid Vasillev, pionero ruso en este campo, tendría que esperar varios años para que sus investigaciones fueran tomadas en serio. En aquellos días, el gobierno soviético condenaba el interés por los fenómenos parapsicológicos y la prensa tenía prohibido mencionarlos.
Como ha sucedido con casi todos los fenómenos de la parapsicología, la telepatía ingresó en los laboratorios experimentales habiendo sido precedida por una cuantiosa información anecdótica, proveniente de distintas épocas y lugares. El término telepatía lo propuso Myers en 1882 para diferenciar el fenómeno de todos aquellos eventos normales que lo simulan, pero que pueden ser explicados por el azar o por la asociación de ideas. La telepatía se produce generalmente de manera involuntaria, aunque también puede ser inducida experimentalmente. Todavía no se sabe si existe en el cuerpo humano un órgano específico para la telepatía. Habitualmente, el fenómeno opera en una sola dirección, es decir, que no es frecuente observar una acción recíproca. El sujeto que emite el pensamiento es el agente, y el que lo recibe, el perceptor. Podemos suponer que solo este último es el que está dotado de facultades parapsicológicas. Todo individuo pensante se considera, en principio, como un agente o emisor potencial.
Se acepta como un hecho experimental en telepatía, que todos los estado se conciencia se transmiten: sensaciones, percepciones, representaciones y estados emotivos. Estos últimos con más facilidad que los estados intelectuales y con mayor eficacia cuando es más elevada su carga emocional. En las transmisiones espontáneas, las imágenes suelen ser fuertemente emotivas.
Se ha observado que las imágenes telepáticas son más parecidas a los recuerdos que a las percepciones, según aparecen en la conciencia del perceptor. Emergen de su inconsciente en la misma forma en que lo hacen los recueros. Esto permite explicar por qué en muchos casos su manifestación no es por medio de una imagen real sino simbólica. Algunas de las sorprendentes “lecturas de pensamiento” efectuadas por Dunninger o por Pascal Forthuny tenían este carácter. El clarividente francés, por ejemplo, se servía algunas veces de alegorías o símbolos cuando trataba de adivinar acontecimientos o nombres de personas. A un señor de apellido Armas lo veía “conduciendo ejércitos”, una dama de nombre Shepherd (pastor) aparecía ante su visión mental rodeada de ovejas, etcétera, sin que en ningún caso pudiera tener la certeza de percibir un hecho real o más bien una representación simbólica. Este es un aspecto desconcertante del fenómeno que permanece sin explicación y que demuestra que en la telepatía pueden intervenir diversos mecanismos de funcionamiento mental. Podemos establecer una comparación con las imágenes de los sueños, que emplean mecanismos de simbolización y dramatización para velar el contenido real del sueño, según la explicación sicoanalítica. Las siguientes son algunas de las modalidades observadas en el paso de una impresión telepática del nivel inconsciente al plano consciente: (1) comunicación directa normal, (2) comunicación a través de una forma exteriorizada, como una alucinación, (3) comunicación distorsionada o mutilada, (4) comunicación simbólica, (5) demora más o menos prolongada, y (6) retención de la impresión permitiendo sólo que su elemento afectivo se haga consciente como un presentimiento.
La telepatía es probablemente el fenómeno más familiar y cotidiano entre todos los que estudia la parasicología. Casi todas las personas han tenido alguna vez una experiencia telepática. El investigador norteamericano Rhine la bautizó, junto con la premonición, con el término de percepción extrasensorial (ESP). Esta designación provocó no pocas objeciones, pues se duda que la transmisión de juna idea sin mediación de los sentidos se puede considerar realmente un acto de percepción. Es uno más de los problemas semánticos que debe resolver toda ciencia joven y que, particularmente en la campo de la parapsicología, parece desafiar los modos tradicionales de relacionar fenómenos desconocidos con aquellos que ya son del dominio de la ciencia.
Los antiguos magnetizadores que siguieron a Mesmer en la época anterior a la postulación científica del hipnotismo por Braid, ya habían observado que los sujetos en estado hipnótico podían reproducir el pensamiento del operador y obedecer sus órdenes transmitidas mentalmente. Una especie de “empatía” permitía que se transmitieran también sensaciones táctiles, olfativas y visuales. Se cita el caso de una mujer que experimentaba en su cuerpo todas las impresiones sensoriales transmitidas por el hipnotizador situado en una habitación contigua. Esta mujer ejecutaba movimientos de deglución cuando el hipnotizador bebía, o se quejaba cuando éste se pellizcaba e un brazo o en una pierna. Sintió un fuerte dolor de quemadura y pudo señalar el lugar exacto de su cuerpo donde el hipnotizador se había infligido la lesión. La transmisión de sensaciones particulares de un individuo a otro, con repercusión en el organismo de este último, es una incógnita más entre las que se vinculan al fenómeno telepático. El doctor Berthold Schwarz, de Nueva Jersey, investigó 504 episodios de este tipo. Las repercusiones fueron principalmente síntomas de trastornos físicos, experimentados por personas con alguna clase de dependencia afectiva entre sí. El siguiente es uno de esos casos: “La última noche, por vez primera en años, tuve un agudo dolor de muelas. Se lo comuniqué a mi esposa cerca de las siete de la mañana y poco después hacía una cita con mi dentista. A las diez habló mi madre por teléfono para decirme que había tenido una extracción dental aquella mañana. La última la había padecido muchos años atrás. Ninguno en mi familia estaba enterado de que ella tuviera tal problema. Cuando visité a mi dentista posteriormente, éste no encontró absolutamente nada que justificara el dolor que había tenido. ¿Había yo registrado y somatizado la ansiedad reprimida de mi madre cuando se dirigía a ver a su dentista?”. Una relación de parentesco muy cercana, como la que existe entre padres e hijos, parece ser el requisito para estos fenómenos, que el doctor Schwartz llamó “reacciones telesomáticas”. Conozco el caso singular de una madre que reproducía espontáneamente las dolencias de su hijito recién nacido en su propio organismo, lo cual le permitía reconocer muchas veces la localización exacta del mal que este padecía. En cierta ocasión, experimentó un fuerte dolor en un oído al mismo tiempo que su hijo lloraba intensamente. Aplicó entonces un medicamento en el oído del niño que correspondía al mismo lado en que sentía ella el dolor, consiguiendo que el pequeño se calmara a la vez que desaparecía en ella todo malestar.
Las investigaciones experimentales para demostrar la existencia de la telepatía abarcan un amplio período. Los experimentos iniciales consistieron en transmitir imágenes de naipes, dibujos y nombres, entre sujetos situados a distancias considerables. Se piensa que la transmisión de dibujos es un excelente medio de comprobación, aun cuando se carezca de pruebas estadísticas, pues la complejidad del objeto que se quiere transmitir garantiza una elevada improbabilidad. Los primeros experimentos con telepatía estadística se empezaron a hacer en 1912, en la Universidad de Stanford, pero le correspondió a Rhine, en la Universidad de Duke, perfeccionar este método empleando la famosa baraja de Zener. El naipe de Zener ha tenido desde entonces una amplia difusión entre los investigadores. Consta de cinco cartas que representan una estrella, un rectángulo, una cruz, un círculo y unas líneas onduladas. Con cinco juegos iguales se forma un mazo de 25 cartas, que previamente barajadas y vueltas hacia abajo, deben levantarse una por una anticipando el sujeto la figura que debe salir cada vez. Para este tipo de pruebas se toman grandes precauciones, pjues se quiere impedir cualquier fraude involuntario. Los resultados de ochenta y cinco mil pruebas dieron un término medio de aciertos superior a 7 de cada 25 preguntas, siendo 5 el promedio de azar. Un sujeto excepcionalmente dotado pudo adivinar en una ocasión las 25 cartas seguidas del naipe de Zener.
No hay todavía una explicación satisfactoria para los fenómenos de la telepatía. Ninguna teoría física permite despejar las incógnitas planteadas por la comunicación de una mente a otra sin el uso de registros objetivos intermedios. Su analogía con la telegrafía inalámbrica suscitó durante un tiempo una explicación transitoria. El pensamiento, se decía, del mismo modo que la luz y la electricidad, puede considerarse como un sistema de ondas que se propagan en el medio imponderable del éter. Pero tomando en cuenta la fisiología del sistema nervioso y de los hemisferios cerebrales, no es creíble que las neuronas puedan emitir ondas de tan alta frecuencia como se necesitaría en las transmisiones a gran distancia. Por otro lado, este tipo de explicación considera tan solo en modelo pasivo de la telepatía, poniendo el acento en el agente transmisor. Cuando el perceptor no se propone recibir, la comunicación no se efectúa. Durante el trance hipnótico, la transmisión es perfecta: el perceptor aumenta su papel activo y la “lectura del pensamiento” sustituye progresivamente a la “transmisión del pensamiento”. Una teoría satisfactoria debe dar cuenta de estos hechos. Los modelos físicos, como se ha visto muchas veces en psicología, son recursos peligrosos, y la parapsicología es tal vez el aspecto de la naturaleza que menos se presta a las explicaciones físicas o fisiológicas. La telepatía desafía abiertamente todas las leyes de la física pues se conduce con absoluta independencia de las condiciones impuestas por la distancia. En tal sentido promete una refutación al concepto físico mecanicista de la personalidad humana.
(Publicado en “EL GALLO ILUSTRADO”, suplemento dominical del periódico EL DIA,el 28 de Marzo de 1971).