La idea más abstracta y más exacta que la mente es capaz de concebir es la idea del número, elemento esencial de todo lo existente, no accesible a los sentidos sino a la razón. Importante, sin embargo, es establecer una distinción entre el número como cantidad y el número como símbolo. Paralelamente a su valor como intérprete de cantidades, o quizás antes de que este aparezca, el número adquiere en todas las culturas una significación simbólica. Junto al arte profano de contar aparece una ciencia sagrada de los números. Entre los pueblos y culturas de la antigüedad los números aparecen asociados con conceptos y prácticas mágico religiosas atribuyéndoles un significado sagrado y trascendente. Los antiguos pobladores de la India, como también los chinos, persas y otros pueblos orientales, atribuían a los números propiedades buenas o malas, afortunadas o desafortunadas, sin una conexión aparente con su valoración cuantitativa. En el folklore de muchos pueblos encontramos evidencia de este carácter sagrado atribuido a determinados números. En Occidente, la doctrina que atribuye a los números un significado cualitativo fue desarrollada por la escuela de Pitágoras (s. VI a. de C,). Pitágoras trajo a Grecia el sistema decimal conocido por los hindúes y el cual fue introducido más tarde en Europa por los árabes, con los signos que hoy conocemos como números arábigos. En Platón volvemos a encontrar una distinción cualitativa del número separándolo de toda conexión con lo visible y tangible y atribuyéndole el valor de las ideas, es decir, de aquellas que en su doctrina metafísica constituyen los modelos ejemplares y perfectos de las cosas. Estas ideas fueron llamadas arquetipos. Plotino, filósofo neoplatónico, llamó arquetipos a las ideas perfectas y eternas surgidas en el seno de la mente divina a la que llamó inteligencia pura. De esta inteligencia, o Uno absoluto, emana la Díada, en sí misma esencia de la multiplicidad y el número. La idea de los arquetipos resurge en la psicología contemporánea con las doctrinas de Freud y Jung. Los arquetipos resumen el aspecto mítico de los símbolos que trasciende su dimensión particular para abarcar el orden cósmico en su totalidad. La integración de estas correspondencias simbólicas a su expresión más abstracta tiene una representación ideal, un modelo original y arquetípico, en la serie de los números. La valoración cualitativa del número pertenece a un orden de ideas muy diferente al de su concepción matemática común. Desvelar la semántica de este idioma es devolver a los números esta significación primaria y primordial, intuida por todas las culturas de la antigüedad, consistente en hacer inteligible a través del símbolo el orden fenomenológico del mundo. La investigación racional y sistemática de esta sintaxis de los números como símbolos puede ser llamada adecuadamente una Aritmética Simbólica. Se trata de una evaluación más analógica que lógica, dependiente más del enfoque intuitivo que del puramente racional, en la que no se interpretan las magnitudes o proporciones de las cosas sino sus correspondencias significativas.
Un ejemplo ilustrativo lo encontramos en la sacralidad que los antiguos griegos atribuían al número 4, la tetracto, el más sagrado de sus símbolos al que Pitágoras llamó “fuente de la naturaleza eterna y modelo de los dioses” (Versos de oro). Se dice también que lo llamó en un discurso, “el número de los números de Dios”. La tetracto es una pirámide de 10 puntos: 4 en su base y uno en su cúspide. Equivale a la ecuación: 1+2+3+4 = 10. Según los pitagóricos, para entender el Universo (10) había que sumar (integrar) los significados de los primeros 4 números: todo tiene su origen en la mónada (1) cuyo desdoblamiento (díada, 2) se expresa en forma ternaria (tríada 3) materializándose como cuaternario (tétrada, 4) que representa al mundo material constituido por 4 elementos: tierra, aire, agua y fuego (los estados de la materia sólido, líquido, gaseoso y radiante). “El 3 es la idea” dice Platón, “y el 4 su materialización”. La unidad cíclica del ternario –un ciclo menor– se puede comparar con el ciclo arquetípico más amplio que va del 1 al 10. El 4 “consolida” este ciclo inicial: fija sus límites y se instaura como la unidad de un ciclo nuevo. Si cambiamos el 4 por la unidad, tendremos una réplica de la tetracto original al combinarlo con los 3 números siguientes: (1)+5+6+7 = 19, y 1 +9 = 10. Y de nuevo (ahora 1 en vez de 7): (1)+8+9+19 = 28, y 2+8 = 10. Así sucesivamente, la tetracto seguirá repitiéndose sin solución de continuidad hasta el infinito. Principio de organización, el 4 es un arquetipo del orden racional fenomenológico. Para la psicología de Jung, el cuaternario es el arquetipo fundamental de la psique humana: en 4 funciones básicas se organizan la totalidad de los procesos psíquicos (percepción, pensamiento, sentimiento e intuición). La división cuaternaria del espacio y del tiempo cósmicos es un motivo persistente en culturas muy separadas entre sí. Articulando el ritmo de transformación en los mitos de renovación cíclica se manifiesta en la división del ciclo anual de la 4 estaciones. El 4 es el número de las realizaciones tangibles (el 1 el punto, el 2 la línea, el 3 la superficie y el 4 el sólido). Al cuaternario pertenece la primera figura sólida simple: la pirámide de base triangular- El 4 se asocia con los valores concretos y económicos. Los grafólogos afirman que el 4 revela en la escritura nuestra actitud frente al dinero (Vels A., Escritura y Personalidad). También hallamos al signo del dinero ($) ocupando la mismo sitio del 4 en todos los teclados de escritura.
(V. Libro El Lenguaje de los Nùmeros)
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